Los expertos alertan de que descifrar los secretos del cereal será clave para asegurar la soberanía alimentaria ante las amenazas de la superpoblación, el cambio climático y la escalada de precios por la fabricación de biocombustibles.
Publicación: 16/06/2015
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Mejorar la productividad de las cosechas de trigo en el marco de una agricultura sustentable para garantizar la creciente demanda alimentaria y anticiparse a una más que probable escalada de los precios. Ése es el objetivo de decenas de investigadores de todo el mundo que reclaman apoyo institucional para combatir el hambre en el mundo. Una batalla liderada por Francia en representación del G20, que aglutina el 75% de la producción mundial de este ingrediente básico en las cocinas de los cinco continentes.
Según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), el planeta alcanzará en 2050 los 9,100 millones de habitantes, lo que supondrá un crecimiento de casi el 70% de la demanda alimenticia en relación al consumo actual. Una cifra desorbitada a la que no se podrá hacer frente si los gobiernos de los países productores no anticipan el problema y empiezan a tomar medidas desde ya. En este sentido, y según coinciden en señalar la mayoría de los expertos, para lograr la soberanía alimentaria de la población mundial en los próximos 40 años será necesario trabajar de forma coordinada para no duplicar esfuerzos y rentabilizar las inversiones.
La idea es trabajar en la creación coordinada de foros internacionales sobre el trigo para producir sinergias, establecer prioridades, compartir materiales e ideas y desarrollar protocolos de recolección y estudio de datos. La implementación de nuevas tecnologías respetuosas con el medio ambiente se ha convertido en otro de los objetivos prioritarios de las instituciones relacionadas con la producción de cereales. La carrera ya ha empezado y convencer a los productores de que no hay otro camino es otra de las líneas de trabajo que ha puesto en marcha la FAO con ciclos y foros de información y capacitación.
Otro peligro inminente es el uso de los cereales como materia prima para la elaboración de biocombustibles, que podría disparar el precio del trigo a valores nunca antes conocidos y que podrían poner en peligro la seguridad alimentaria. “Como la superficie cultivada no se puede incrementar, para lograr estos objetivos hace falta más investigación científica aplicada al mejoramiento de los actuales tipos de plantas”, asegura Esteban Hopp, especialista en Biología Molecular y Genética Avanzada.
El argentino Marcelo Helguera, coordinador de varios proyectos lanzados por el IIMT (Iniciativa Internacional para el Mejoramiento del Trigo), tiene claro cuál es el campo en el que se necesita más inversión para investigación y desarrollo: “Conocer la secuencia del genoma de un organismo representa un atajo valioso que ayuda a encontrar los genes más fácilmente como escalón inicial para explorar la variabilidad natural de cada uno de ellos, comprender el rol que cumplen y cómo interactúan”. Una tarea nada fácil ya que el genoma del trigo, con cerca de 17 mil millones de bases, es uno de los más grandes entre las plantas y supera en 5.6 veces el del genoma humano.
El trigo, el arroz, el maíz y el sorgo constituyen la base predominante de la alimentación humana y es urgente aumentar su productividad y sustentabilidad ante otro de los peligros para los cultivos: el cambio climático. La FAO advierte que este último factor “afectará negativamente a la seguridad alimentaria del planeta”. Por lo que la adaptación del sector agrícola será costosa pero necesaria para el futuro de la especie humana. Como explica el doctor Helguera, “descifrar los secretos del trigo es un paso estratégico para mejorar la producción de este cereal y, a la vez, un desafío mayúsculo para la ciencia”.
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Copyright © 2024 MUNSA MOLINOS, S.A. de C.V.
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